viernes, 30 de septiembre de 2005

DESAPARICIONES

DESAPARICIONES

...y cuando corriste a mis brazos una cosquilla me transitó por todo el cuerpo. No era como las de siempre, era como si el cielo me estuviese hablando en un lenguaje que tenía millones de años que no se utilizaba.
Dijiste:
— Tus ojos..., tus labios..., todo tú..., ¿de que planeta vienes?
Y yo contesté:
— No lo sé, creía que tú ibas a decirme eso—
Aquella tarde había estado caminando por la alameda central y como siempre, yo sentía no encajar en este mundo de gente real. Veía a los transeúntes desde una cierta distancia y como fantasma, les observaba venir, pasar por delante mío para luego continuar hasta perderse más adelante, sin siquiera haber notado mi presencia. Sólo tu piel estaba en mi memoria.
Sí, mientras me mirabas intrigada y fantasiosa me sugerías que te estuviera contemplando por tiempo indefinido, así que yo lo hacía, y pensaba… ¿acaso es un comienzo de humanidad en mi?
Después intenté hacer de tu figura algo más tangible y, ¿quién sabe por obra de que fuerzas?, al contrario de lo que esperaba, tu materia se desintegraba. Yo, para que no desaparecieras por completo, dejaba de pensar en ti; era en ese momento que tu figura volvía a aparecer, pero claro, inevitablemente mi interés pretendía hacerte real y por supuesto, tú volvías a hacerte tenue en mi memoria y casi a desaparecer.
Por fin ya no tengo deseo alguno al respecto aunque mantenga una vaga imagen de lo que eras, pero es extraño ser un fantasma enamorado de otro, ¿no?

LAS SOMBRAS

LAS SOMBRAS


Esos ojos tristes que lo hipnotizaron con su naturaleza de rocío, estaban aquella tarde de domingo, envenenados por el hastío. Desde lo profundo de su existencia brotó la rabia inocente de animal herido.
Sintió unas punzadas en la frente. —Es crónico, — pensó —el fracaso y el dolor son crónicos — repitió mentalmente como si intentara entonar un mantra.
Aprovechó el instante en que la plática dio un respiro y fue a la habitación que compartían desde hacía poco más de medio año. Arriba del librero estaban las aspirinas. Puso tres en su boca y las masticó, le agradaba su sabor. Luego cerró las cortinas de un tirón y se zambulló boca abajo en el lecho metiendo la cabeza entre las almohadas. La ventana aún se esforzaba por dejar entrar tímidamente y apenas por una orilla, el último resplandor que aquella tarde podía entregar. Apretó las cobijas y hundió la cabeza hasta lo profundo del silencio, alejando más, aquella miserable ofrenda.
— Siempre el mismo cuento —continuó desde la cocina Mayra en tono más firme —y nosotros quedamos al final, por si sobra ¿no? Ya no aguanto, ¿qué vamos a hacer? —balbuceó nerviosa. Su cara enrojeció cuando empujó la puerta de la habitación que había quedado entornada y lo vio enroscado en las frazadas, como si intentara escapar de su reclamo — ¡Trabajamos los dos todo el día, casi ni nos vemos y para colmo nunca tenemos un centavo! —le gritó al tiempo que se dejaba caer en una silla del pequeño comedor, en realidad un pasillo al interior del departamento que con una mesa angosta habían adaptado para comer, sobretodo para las cenas, que rara vez sucedían.
Mauricio despegó su rostro de la cama y fue a sentarse junto a ella. Desahuciado sonreía, intentando reencontrar las señas del espíritu. Desde adentro, una solución que no estaba en sus manos ni en sus palabras, pujaba por salir. Deslizándose para calmarla la tomó en sus brazos, le besó la frente y la arrulló en silencio. Una miseria gelatinosa les asomó en los ojos.
Luego salieron. Caminaron un rato por las calles acongojados por su destino. Todo en ellas había desaparecido. No podían ver más que a ellos mismos, frágiles como cristales. El cielo estrellado y la luna se asomaban entre los viejos edificios y las ramas secas de los árboles de la Avenida Millán, en una opaca ciudad de Montevideo. Volvieron al departamento, entraron al cuarto y se estiraron en la cama como dos sombras que desaparecían. Apagaron la luz. La oscuridad era su mundo. Entrelazados en uno sólo, dejaron manar las penas y, como ángeles drogados, por fin, rendidos, durmieron.