miércoles, 7 de diciembre de 2005

EL VIEJO

EL VIEJO


Fabiana y Daniel son amigos de la escuela. Juegan en un parque sentados debajo de la rampa. Al parecer Fabiana le está vendiendo un puñado de arena a Daniel. El está interesado ya que necesita el “azúcar” para su casa y ella es la dueña del abarrote. Daniel le paga con un recorte de periódico bastante sucio, de los que se secan después de una lluvia y coloca el paquete a sus espaldas, junto a otros dos que ya le había comprado. El parque está concurrido. Hay siete personas corriendo en la pista que circunvala el perímetro. Hay un viejo de cabello blanco en una banca. Está de espaldas. Al parecer no está haciendo nada más que descansar. Tiene los brazos sobre el respaldo y las piernas estiradas. Se ve tan relajado que ahora no me parece tan viejo. En la esquina, a su derecha, apenas al cruzar la calle, dos herreros sacan chispas al cortar una barra de metal. Traen puestos unos cascos que parecen espaciales.
Fabiana acaba de cometer un error con Daniel, le aventó un trozo de periódico que él le dio, alegando que era una burla, que ella quería más dinero por lo que estaba entregando, a lo que Daniel hizo lo propio aventándole la “sal” que le había vendido ella, en su cara.
El viejo se acercó a ellos dos y les tomó de una mano a cada uno. Los alejó de la arena y mientras caminaban le sacudió el cabello a la niña. Los traviesos pequeños se callaron y escuchan sus palabras. Su cabello, visto de costado, se ve oscuro, casi negro. Se sentaron los tres en el pasto y formaron un triángulo. Fabiana estaba de frente y respondió con una radiante sonrisa a lo que dijo el viejo, mientras que Daniel se tiró de espaldas en una contorsionada risa.
Tres deportistas se juntaron en un carro de jugos que se apostó en la esquina opuesta a la de los herreros. Daniel tomó algo que le dio el viejo y corrió hacia el carro de los jugos. El viejo está de frente y de pie se lo ve joven, sólo que su ropa le queda un poco grande. Aparecieron dos corredores más, van despacio, es un trote parsimonioso. Daniel volvió. Como pidiendo disculpas a Fabiana le entregó su jugo y le dijo algo entre miradas que se iban al suelo y regresaban. El viejo recibió el suyo e hizo un gesto como quitándose el sombrero. Esto volvió a hacer sonreír a los niños.
Los tres vienen caminando hacia mí. Uno a cada lado del viejo que, a medida que se acerca, cada vez es más tierno. Para cuando está a unos pocos metros, el viejo es apenas más alto que los niños. Al voltear a verme caigo en cuenta que es apenas un muchacho, un adolescente.
No advirtieron mi presencia. Los veo retirarse. El viejo es otro niño, igual que Fabiana y Daniel va de la mano con ellos, jugando al soldadito en un desfile y hasta parece el más pequeño de los tres. Antes de dar la vuelta a la esquina lo veo sonreírme en una última mirada. Ésta, directamente a mi corazón.