domingo, 11 de diciembre de 2005

NO LO SUEÑES

NI LO SUEÑES

Bernardo, Nadia y su pequeño bebé lo acompañaron al puerto de Mahón. El ferry “Sevilla” lo llevaría hacia Barcelona. En la isla había estado ocho meses y sólo había compartido con ellos los primeros días de su estancia. Ahora se escapaba, nuevamente a la península, sin equipaje casi, pero con 3000 U$S más. Se despidieron de un fuerte abrazo. Ellos le habían tratado muy bien, se desearon lo mejor y quedaron de llamarse en poco tiempo y no perder el contacto.
Se embarcó, subió a cubierta y desde allí les dio un último saludo a sus amigos que agitaban sus manos y que finalmente no se irían hasta que el barco tomó suficiente velocidad y se alejó.
Era extraño todo aquello, las despedidas, los embarques, los cambios de aire. Él iba rápido sin saber hacia que parte.
La bahía más larga que había llegado a ver, varios kilómetros de márgenes con casitas blancas hermosas de las que surgían pequeños muelles en los que tenían botes y veleros de buen tamaño.
Al alejarse de la isla el oleaje se hizo grave y sufrió mareos. Fue derecho a su lugar y se durmió como pudo.

Al llegar a Barcelona Clara lo estaba esperando.
- ¡¡¡Bienvenido a casa!!! Llegaste al lugar más bonito del planeta -
- Ja, Ja ,Ja…¡qué gusto de verte! ¿Lo dices en serio?
- ¡Por supuesto! -
- Bueno, está por verse – caminaban rumbo al auto – Pero si, me han hablado bien de esta ciudad -
- ¿Y qué te dijeron? –
- Que las catalanas…-
- ¿Qué? -
- Que son muy apasionadas, ja, ja, ja
- Te va a gustar, vas a ver.
Por fin subieron al auto, ella lo encendió con cuidado y de la misma forma condujo de camino a su casa. Él traía poco equipaje pero mucho de que hablar por lo que el camino se les hizo entretenido. Llegaron y le volvieron a dar la misma habitación. Era muy tarde. Durmió.


***


Al otro día por la mañana se alquiló una habitación cerca del Arco del Triunfo de la ciudad de Barcelona. Lo básico, una cama, un armario y una mesa de luz con su lámpara, para leer por la noche. Con eso era suficiente, por el momento. Algunos buenos libros y un poco de dinero bastaban para que se sintiese seguro. Caminó por una avenida que le llevó desde allí hasta la plaza Cataluña, anduvo más de diez calles. Luego entró a una tienda y le gustó una camisa. La compró.
Clara ya no cargaba con Pedro a sus espaldas. En ese mes ya no se verían y si no estaban conformes con la decisión, a último momento volverían. Antonio recibía sus llamadas telefónicas diariamente. Era agradable para él saber que en una ciudad en donde no tenía amigos, alguien estuviera pendiente de su proceso de adaptación.
A pocas cuadras de su casa estaba el zoológico de la ciudad, famoso mundialmente por sus exóticos animales. Decidieron dar un paseo por ahí juntos.
Se encontraron en la puerta. El otoño español daba sus primeros pasos.
- ¿Vamos a ver el gorila blanco?–
- Si, le tomaremos unas fotos –
El gorila tenía tres hembras en su jaula y no parecía darles importancia. Estaba atento a los flashes de las cámaras, posaba, era una estrella. Las compañeras, aburridas, lo miraban con desprecio desde el fondo de su harem.
- Caminemos por el parque –
- Está bien – dijo ella. - ¿Qué te parece lo del trabajo con mi padre?
- Que está fantástico. Mañana voy a hablar con él para solucionar lo de los papeles, comienzo cuando quiera –
- Muy bien, y...esta noche, ¿Qué vas a hacer? – preguntó Clara con aquella mirada tan suya, su sonrisa suave y amables ojos parecían decir “sígueme el juego”.
- No tengo nada planeado ¿Por qué? –
- ¿Qué te parece si te llevo a conocer las tascas que hay por aquí? Conozco algunos lugares sensacionales que te van a encantar y así vas sabiendo moverte en la noche catalana -
- Y si, vamos, ¿porqué no? -
- Ok. Te paso a buscar a las ocho.
- Hecho -
Ambos se fueron a sus casas. Ambrosio se dio una buena ducha de agua caliente y se tiró en la cama a leer un rato. Kafka, leyó un cuento tras otro, uno muy corto que trataba sobre la relación entre un jinete y su caballo le fascinó. Durmió un par de horas. Luego sonó en despertador. Era la hora del encuentro, se afeitó en la ducha rápidamente y salió. Todo en su vida era un estreno, la ciudad, el trabajo que vendría, la amistad con Clara y ahora se había puesto su camisa nueva. Saldría a descubrir esa noche catalana de la que tanto le hablaban. Sonó una bocina y se asomó por la ventana que daba hacia la avenida. Le había prometido llevarle tras las maravillas de una ciudad con mucha vida nocturna.
- Lo primero, es el Bar “Alma Gitana”, ahí sirven unas sabrosas tapitas y otras comidas muy ricas, y el ambiente es divertido –
- Estoy contigo, siempre es mejor comer algo antes de estas recorridas.
Llegaron al lugar. Estaba completamente lleno. Todo era pequeñísimo, las mesa y las sillas, el salón, hasta las famosas “tapitas”, en fin, se acomodaron apretados. Al fondo sonaba una guitarra flamenca tocada en vivo por una joven tremendamente emocionada. El clericot, ese si muy bien servido, estaba buenísimo. Tomaron una jarra comieron. Luego volvieron sobre el clericot, mientras la guitarra pasaba de una mesa a la otra, siempre cayendo en buenas manos. Ellos conversaban.
- ¿Te gusta? –
- Si, ¡qué bueno está el clericot! ¿pedimos otro? –
- ¡Qué si te gusta el bar, no el clericot! -
- A bueno,...está bien, está bien. Bueno en realidad esperaba algo mejor.
- Tengo en agenda tres lugares más, ¿vamos? –
- ¡Vamos! –
Fueron saliendo a tropezones con el grupo de personas que estaban en el suelo sobre cojines. Apenas pudieron dejarles paso pero finalmente lo lograron.
De ese lugar se fueron al “Calígula-Bar” y allí si se podía respirar. La música suave les permitió hablar tranquilos. Se habían sentado en un compartimiento parecido al de un tren. Ahora bebieron gin con tonic los dos. Rieron mucho, Antonio se lució con sus cuentos sobre las peripecias en la isla y algunas anécdotas de su ciudad natal, de sus borracheras cuando ya no aguantaba más. Ella se largó a contarle sobre lo de Pedro, “proyectos de felicidad empaquetado al vacío”, le comentó. Resultó que sobre estos Clara no quería saber nada, por lo que con delicadeza les ponía trabas. Decía que eran arreglos entre familias, entre sus madres, que todo lo planeaban al salir de misa.
- Es muy bueno pero no es mi estilo -
- ¿Y cuál es? –
- Pues alguien más divertido. –
- Buena idea -
- Entre copa y copa fueron riéndose más y más. Era reconfortante, todo ese tiempo en la isla con el corazón pisoteado. Ella le daba aire, su risa contagiosa, su deseo de saber más sobre su “primito querido”, frase que a sus oídos comenzó a sonarle agradable. Iba componiéndose del duro verano pasado. Su mirada, aquella mano que le llevaba por la noche catalana, ¡cómo la disfrutaba! Le daba oxígeno a su vida.
- A la que vamos ahora es la “Tasca del Embrujo”, te traigo a probar un trago, se llama “conjuro amoroso”. Ya no podrás escapar. –
- ¿Y si no lo tomo? – preguntó bromeando.
- Si no lo tomas te sacan los de seguridad...y yo les voy a ayudar.
- Bueno, bueno..., me voy a sacrificar –
Pasaron un rato allí, entre risas y abrazos, luego bailaron un poco. Por fin decidieron salir y se lanzaron a las calles, alegres y mareados. Se abrazaron y caminaron. Bromas…, chistes…, juegos de manos…, muy dulces, muy frescos, eran como frutos en su punto.
- Los uruguayos no tienen miedo de nada -
- Eso me halaga, pero no creas todo lo que se diga -
- No te olvides que mi padre es uruguayo –
- ¿Y?..., el mío también y está en cama, abrigadito –
- Ja, ja, ja, - reía con placer.
Después de andar un rato, tan juntos, tan abrazados, comenzaron a sentir que eran buenos compañeros, buenos amigos, entonces sus miradas se cruzaron y se comieron a besos. Largos y sabrosos besos. Luego la miró a los ojos y le dijo:
- Creo que es hora de irte -
- ¡Ni lo sueñes! ¿Ahora?…, que estoy en lo mejor -
Enseguida lo besó mordiéndole suavemente el labio inferior y colocó los brazos alrededor de su cuello.