domingo, 4 de diciembre de 2005

UN OBJETO EXTRAÑO

UN OBJETO EXTRAÑO

Un objeto extraño, que no puedo describir con claridad, quedó colgado en la parte más alta de la copa de un árbol. Parece una pelota de trapo y aunque dudo que lo sea, tengo la clara convicción de que, fuese lo que fuese, todos dependemos de aquello a muerte. Estamos reunidos unos cuantos paisanos debajo de aquel frondoso árbol. Somos de una pequeña comunidad fuertemente unida.
Todos mirábamos hacia arriba impotentes. Primero, el árbol era muy alto, segundo, las ramitas de la parte superior era extremadamente finas y, tercero, aquello se había posado hasta el punto más distante de nosotros.
Sin saber porqué, me lancé a subir. Era algo suicida y seguramente, al percibir que ningún otro de los presentes se animaría, una fuerza rebelde en mi corazón me impulsó a hacerlo. De todas formas íbamos a morir. La situación nos había paralizado y pensé que era mejor enfrentar a la muerte en el intento.
Empecé a trepar y a la vez a olvidarme de todo lo mundano, a cada paso de mi escalada más y más entendía lo importante que aquello era. Comencé a sentir que valdría la pena. Subía cada vez con más fuerza y confianza. Mi esperanza creció al notar la altura que había tomado y no tener ni un poco de miedo a lo que me pudiera pasar. Estaba concentrado en mis movimientos. Eran muy buenos, precisos y seguros.
Ya casi en lo alto de la copa, sostenido por un pie, enredado entre ramitas, al igual que en mi mano izquierda, logré alcanzar lo que tanto necesitaba. Era poder absoluto. Era la salvación.
Luego pasó algo increíble. La naturaleza me habló por medio de aquel árbol. Yo estaba decidido a volver abajo así que junté en mis manos un buen puñado de esas largas y finas ramas y como un mono araña, pasé de la copa al centro. Con otro poco de esfuerzo, me estiré y tomé ya el último manojo de hojas y aprovechando el impulso que venía y la ayuda de la contención del árbol, que al igual que yo, parecía transpirar por el agotamiento, llegué al suelo. Con una delicadeza digna de un ballet, pise tierra a salvo y con nuestro trofeo.
Todos mis amigos me observaron como a un dios pero simulé no notar eso y dejé a nuestro espíritu en el centro del círculo de gente, sintiendo que la vida regresaba a la comunidad.