martes, 6 de diciembre de 2005

MAR DE FONDO

MAR DE FONDO

El mundo continuaba girando sobre su eje. Como siempre. La isla estaba fascinante. Como siempre. Él tenía la sensación de no encajar en todo aquello. Como siempre.
Carlos Sabadell se acercó a darle la ropa de cocinero, luego le indicó cual era su lugar de trabajo. Dos grandes piletas de platos sucios le hicieron una mueca de bienvenida.
- En el hotel de atrás todos los cocineros tienen una habitación en los sótanos. Puedes escoger la tuya. Es obligación que te vengas a vivir aquí, no podemos darnos el lujo, de que por algún motivo, te desaparezcas –
- Puede contar conmigo. No le voy a fallar –
- El horario de entrada es a las 8 am, y puedes descansar de 14 a 18 hs., de ahí te tienes que quedar hasta que no tengas platos, que generalmente es a las 12 de la noche -
- No hay problema, señor, cuente con eso -
- Puedes comer aquí, le damos la comida gratis al personal. Jiménez es el jefe de cocina, lo que él diga, es lo que hay que hacer - Señaló al tipo gordo que cortaba carne con una cuchilla enorme. Jiménez hizo un pequeño movimiento de asentimiento con la cabeza.
Había tres hombres más trabajando en los platos fuertes, muy concentrados. El más joven se acercó a saludarle.
- Hola, soy Juan -
- Hola, Antonio, bueno…Tony, si quieres -
- No eres de aquí, ¿verdad? -
- No, soy Uruguayo -
- ¡De Uruguay!, conozco a varios futbolistas que juegan en España. Está Diego Solá, Ernesto López, si, hay un montón de ustedes por estos lados -
- Si, son bastante buenos -
Siempre él que conocía a alguien, surgía el fútbol uruguayo a relucir.
- Mira, tu trabajo es poner los platos sucios aquí, con agua caliente, luego los fregas y los pasas a este otro lugar para enjuagarlos y al final los cuelgas de este secador. Es fácil.
- ¿Fácil? -
- Si -
- No me dijo eso el señor Sabadell -
- No le hagas caso –

Aquel día comenzó con muchas ganas. La temporada apenas iniciaba. Pocos días después, la gente inundó el lugar. Aparecían por todas partes, provenientes generalmente de Inglaterra y Alemania. Muy pronto el restaurante se abarrotaba diariamente. El personal corría, intentando dar el mejor servicio. Se formaban largas colas de comensales, esperando mesa. Tony fregaba y fregaba. La pila de platos sucios cada vez era mayor. Los cocineros se encargaban de traer más ollas sucias de las que parecían necesitar.
- Lávame este sartén – urgían los cocineros a cada rato.
- Ya va - Contestaba.
- No. ¡Ya! – Le decían.
- Si, claro, ya - Decía Tony y lavaba con rapidez.
Los primeros treinta días fueron pasando, uno tras otro, lentamente. Comenzaba a acostumbrarse. Era trabajo mecánico. Iba bien. Pronto cobraría su sueldo y liquidaría la deuda con el Uruguay.

En su cuarto había una cama y una pequeña mesa de luz. Nada más. Era húmedo hasta el punto de que el suelo estaba permanentemente mojado. Tenía la entrada independiente al hotel, por una esquina. Se entraba a un pasillo bajando unas escaleras y por él se llegaba a las pequeñas habitaciones. La única ventana, estaba por encima de su cabeza, a la altura del suelo de la piscina que quedaba entre el restaurante y el hotel. Podía ver las piernas de la gente pasar de un lado al otro.
Tony comenzó a aprovechar el horario que le daban para comer, yendo a relajarse a una playa cercana.
Colocó su cinta preferida en el walkman y salió. Caminó descansadamente hacia el mar. Esa música le causaba un encantamiento, tenía cierto aire de libertad y vértigo. Una larguísima y espectacular escalera, comunicaba la cima de esa gran saliente rocosa en que estaba el restaurante, con la playa. Entre barrancas y empinadas laderas de piedra y yuyos, el camino descendía serpenteante hasta las blancas arenas. 300 metros de orillas transparentes quedaban encajonados entre dos bloques de piedra. La naturaleza había terminado su obra de arte colocando algunas pequeñas islitas en las que las aves descansaban luego de la pesca.
Los turistas estaban por todas partes. Familias, niños corriendo por la orilla y jugando con arena, parejas tumbadas al sol y grupos de muchachos festejándose bromas o jugando paleta. Cruzó toda la playa, hasta una explanada de roca lisa. Se sentó apoyando la espalda y colocó las piernas en el agua. En un par de horas estaría encerrado dentro de aquella cocina, con kilómetros de platos sucios por lavar. Y eso era todos los días.
En su interior había pasión, el lugar le alimentaba el espíritu. No le importaba mucho el sufrimiento causado por el trabajo ni envidiaba a aquella gente, no quería ser como ellos.
Cuando la prisión de los días, eternamente duros, comenzó a corroerlo, decidió escribir algunas cartas. Eso lo mantendría ocupado y con algún sentido. Se sentía feliz, aunque no podía evitar algún comentario en las cartas sobre las jornadas que se hacían más y más insoportables. A su madre le envió el dinero del pasaje, ella se lo merecía y le escribió, “...como te lo había prometido, ya no tendrás que preocuparte por el dinero del crédito...”. Envió también una postal a Clara, como ella le había pedido, indicando el pueblo en el que trabajaba y algunos pocos detalles más.

Una de esas mañanas en las que le tocó recibir la verdura y el pescado, se le acercó Graco, el camarero y le dijo:
- Afuera está una joven preguntando por ti. Dice ser tu prima -
- ¿Mi prima?, Yo no tengo ninguna prima por aquí, debe haber algún error -
Salió y vio a Clara sentada en la terraza. Se sacó el delantal y fue a saludarla.
- ¡Hola!, ¿cómo estás? -
- Bien, ¿y tu? -
- Muy bien, trabajando como una bestia, ¡qué sorpresa!, ¿Qué haces por aquí? -
- Paseando. Que suerte que hayas conseguido trabajo tan pronto. Me alegró mucho recibir tu postal -
Vestía bermudas y musculosa blanca. Se veía contenta.
- Y ¿cómo supiste donde encontrarme? -
- Bueno, tu decías que el restaurante era el más famoso del pueblo. Fue sencillo ubicarlo -
- Espero que te quedes por aquí unos días. ¿Qué te perece si en mi descanso, nos vemos en algún sitio? -
- Me parece perfecto. Estoy con mi novio. Después te lo presento -
- Ok. A las 2 y media en lo de “Anais”, es un barcito que queda allí enfrente, ¿está bien? -
- Ahí nos vemos, ¡bye! –
Mientras acomodaba la lechuga en la cámara de frío, pensó en ella. Un rato más tarde volvió a hacerlo. Deseó que se hiciese la hora del descanso. Estaba inquieto, nervioso. Hubieron chistes y bromas entre los cocineros ha cerca de su prima desconocida. Él sonreía y callaba. Los platos y ollas sucias pasaban por sus manos con inusual rapidez.

Habían cambiado los horarios. Esta semana comenzó a trabajar a partir de las doce del mediodía. Como por inercia seguía levantándose temprano, alrededor de las ocho de la mañana, cuando solía sonar el calamitoso reloj despertador. Era una cálida mañana de pleno verano. Miró hacia la playa mientras bajaba las escaleras. El cielo era de un azul pleno, había fuerza en la vegetación, como si estuviera pretendiendo absorber todo aquel sol brillante. Llegó hasta la arena, lo esperaban sonrientes Clara y Pedro.
- Buenos días, ¿cómo están? -
- Hola - dijeron los dos- estamos contentos por el tiempo hermoso que nos está haciendo -
- ¿Están viviendo por aquí cerca?-
- No, en un hotel, en Mahón. Está bonito. ¿Ya viste la moto de Pedro? -
- Oye si, ¡está buenísima!-
- Es una Kawasaki 600, enduro, la tengo hace tres meses, es mi preciosura -
- Se ve, se ve. –dijo Clara fingiendo celos.
- ¿Vamos al agua?- Dijo él.
- Vayan ustedes - dijo Pedro - yo luego los alcanzo -
Se metieron los dos al agua. Clara lo miraba como si tuviera que contarle algunos secretos, había cierta picardía en sus ojos.
- Está buenísima, ¿no? - le dijo él. Luego se zambulló dos o tres veces estilo delfín. Salió a flote y se sacudió la cabeza como un perro. No había dudas al respecto, todo aquello lo hacía libre como un animal salvaje.
- Divina ...y ¿ya conociste a alguna chica? -
- Bueno..., salgo poco, no tengo mucho tiempo libre y el poco que tengo lo aprovecho para descansar -
- Vente con nosotros esta noche, vamos a la fiesta de la espuma en la Disco de la Cova -
- No, gracias. Vayan ustedes que están de paseo -
- Es que..., no es lo que parece, en realidad no estamos juntos. Es que él me pidió venir aquí a reconciliarnos, pero yo..., necesito tiempo -
- Parece que se llevaran bien ¿no? -
- Si, pero llevamos cuatro años juntos, yo estoy un poco aburrida -
Clara miró a la playa donde estaba Pedro, sentado en la arena, observándolos. Ella le llamó con la mano y él respondió que no, de la misma forma.
- No parece preocuparte la situación -
- Para nada, ¿porqué no haces un esfuerzo esta noche para ir a la fiesta, así podríamos conversar un poco, tú trabajas todo el día y yo pronto regresaré a Barcelona? -
- Muchas gracias, me encantaría, pero ... Pedro, no creo que se sienta contento si voy -
- ¿Porqué?, eres mi primo, no puede enojarse -
- Mejor en otra ocasión -
Comenzaron a sentir algo de frío en el agua y salieron. A Tony, lo poco que había conocido de ella, le resultaba atractivo, además le hacía sentir que estaba muy bien acompañado. Él se sentía solo. Estaba solo.
Después de jugar un rato a la paleta los tres, caminaron de regreso hacia la hermosa moto de Pedro.
- ¿Qué se diviertan! - les dijo.
- Si no estás cansado, date una vuelta esta noche - insistió Clara.
- Chau chau - dijo Pedro.
- Adiós – contestó él.
……………………………………………….Continúa…………………………………………………………….