martes, 29 de julio de 2008

UNA MUJER SIN EGO

Estábamos con Jorge armando la escuela de danza para que su señora comenzara a dar clases la siguiente temporada. Es un tipo genial, muy divertido. Es actor. Resulta que con nuestra desidia habitual y necesidad de que todo se hiciera rápido, contactamos a una mujer, hija de una famosa escritora y dueña de una casa de cultura. En fin, hablábamos los tres, y ya en el salón que ocuparíamos para los talleres, tomábamos las medidas para instalar la barra de ballet y el espejo.

-Mañana tenemos la manta colgada afuera- dijo Jorge –y sería bueno que comiences a mandar los mails invitando a todos a participar del taller de tango, ya sabes, la sensualidad, y todo ese rollo pega…
- Si, si- contestó Martha Sacabatoska – los mando hoy mismo, son como tres mil-
-¿Tres mil? Está bien, y están los carteles para pegar en las escuelas, – insinué yo – ¿no nos pasarán por encima? – yo venía de un año devastador, apenas levantaba el vuelo por lo que Jorge me andaba casi cargando. Todo esto me animaba y me entretenía.
Ellos me miraron y se rieron a carcajadas. Yo, como siempre, no supe que cara poner. Al final no pude menos que sonreír.

- No te preocupes por si vienen muchos, ahí veremos que hacer - me animó él.
- Va a ser difícil poner la barra de ballet en esa pared, acuérdense que la maestra de yoga les pone ejercicios de posición y necesitan apoyarse justamente allí- dijo ella.
- La podemos hacer que se quite al finalizar la clase pero la verdad que es una lata, saca y pone tres veces a la semana, es insufrible – comentó Jorge frotándose la papada.
-Déjenme le hablo a Delia Chopira, la profe de yoga- se apuró Martha echando mano de su celular.

Nos quedamos comentando el tema entre nos, mientras ella le marcaba. Cuando empezábamos a justificarnos para que la barra no se pudiera mover notamos que el rostro de nuestra amiga estaba casi desfigurado. Primero quedó muda. Luego empezó a decir tartamudeando….si, si, si. Por fin colgó.

-¿Qué pasó? - Preguntó Jorge con cara de distraído.
- No bueno, no podemos poner la barra allí, casi le viene un ataque – nos dijo – es que sí, miren, tiene que ocupar la pared con sus alumnos de los martes; no, definitivamente tendrá que ser desmontable –
- No te preocupes, respira hondo, estás morada…- le comenté.
- Ja ja – masguyó tímida – es que es tan especial – ji ji. Y también al espejo le vamos a poner una cortina para cuando ella esté aquí. ¡Es tan espiritual que los espejos le dañan las clases!
- En fin, no hay problema se quita y se pone la barra. Y Se ponen cortinas a los espejos –dijo Jorge, que ya a estas alturas me miraba de reojo entre la conversación, y yo, conociendo el grado de disparate con que él podía salir, estaba próximo a descomponerme en una carcajada – y esta señora,… ¿es muy buena? Esperemos que no esté molesta porque le ocupamos los lunes, miércoles, y viernes. ¿Quizá el ego de profesora la agobia? – agregó.
- Para nada – contestó Martha – no tiene ego
-¿Pepeperdón? –pregunté en voz tan baja que ni yo me pude oír.
- Así es, no tiene ego – confirmó incluyendo un tono defensivo de los que no admiten contraposición.
- A, mira que bien, ahora entiendo como la cuidas, no es algo común, yo diría que todo lo contrario, es algo ¡bastante anormal! – dijo Jorge y me buscó por el rabillo de sus ojos. Parecía haber entrado en uno de esos trances muy suyos en lo que puede discutir con el mismísimo diablo sobre las incomodidades del infierno. Yo la verdad imploraba por que lo inundara la inspiración y consiguiera mesura, necesitábamos aquel salón.
-Y… ¿a qué se dedica esta señora?
- Es actriz –
- ¿Actriz? ¿Una actriz sin ego? ¡Qué interesante! Jamás he conocido una, ¡te lo digo como actor!–
- Si, es muy espiritual, ya sabes, lo del espejo es porque asegura que no ayudan a mirar hacia adentro, que confunden. Ya ves…, es muy, muy sensible –
- No si se ve, yo la única vez que observé mi interior fue cuando me hicieron una endoscopía – dijo sarcástico – pero me pregunto… ¿qué parte de ella fue la que se molestó?–
- ¿Cómo? – preguntó Sacabatoska.
- Olvídalo – contesté yo.

Todo terminó bien, Jorge no exageró su orgullo de niño sabio y aceptó el discurso de la majestuosa profe de yoga que no tiene ego. Yo también. A nosotros no venía matando el día a día. No teníamos dinero. Increíblemente supimos entenderlo a tiempo. Hace unos años, par de inadaptados, hubiéramos mandado todo por un tubo aunque nos quedáramos varados. Nos estábamos haciendo viejos, torpes y mansos.

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